lunes, 10 de noviembre de 2008

Capitulo XXVII Alexander

Capitulo XXVII Alexander
(POV Alexander)

Todavía recuerdo la sensación del sol sobre mi piel, calentándola toda, y como su hermosa risa sonaba como música a mis oídos, como habíamos reído corriendo entre las cosechas, mientras se ocultaba de mi, como sus rizos dorados danzaban y brillaban bajo la luz de los cielos.
Recuerdo el día que le di un mechón de mi cabello y ella me dio de sus rizos atados por seda- todavía lo llevo conmigo- me es imposible olvidar que me dijera que si, cuando propuse que fuese mi esposa, no me importaba ni un poco quien era su padre y mucho menos que diría el mío. La quería para mí, ella seria mi esposa, la madre de mis hijos.
Había salido a su encuentro, escaparíamos bajo el velo de la noche. Italia dormida en los brazos de Morfeo y nosotros no éramos más que dos amantes fugitivos, sin tierra, sin hogar y sin nombre si era preciso, ella seria mi refugio, mi casa y yo seria el de ella.
Nunca llegue a su encuentro, sus ojos fueron lo ultimo que paso por mi mente, antes de que mi cuerpo ardiera en llamas, pensé que mi agonía se debía a un castigo de los dioses por deshonrar mi buen nombre.
Desperté de aquel infierno diferente, ya el mundo no era el mismo, yo no era el mismo, todas las cosas tenían una tonalidad distinta, ni el poeta más prodigioso habría podido escribir el refulgir de este nuevo sentido.
Mi cuerpo se convulsionaba, estaba en un sitio que no conocía, solo en una habitación que me era completamente extraño de pronto un aroma divino, casi celestial me golpeo, provenía de mi aquella esencia, pero no sabia que era, hasta que tuve en mis dedos los rizos dorados de mi amada, de ellos era ese aroma tan exquisito.
Sin darme cuenta me puse de pie, mi mente estaba en mil cosas distintas, haciendo preguntas y dando respuestas, yo solo quería verla -¿tenia sed de ella?-.
No lo pensé, hasta que me vi corriendo en dirección a su aroma, que me embriagaba, que había llenado todos mis sentidos, al llegar a su casa trepe a su habitación, sorprendido de las habilidades de este nuevo cuerpo, supongo que otorgado por los dioses.
Allí estaba durmiendo, se veía distinta, más hermosa de lo que la recordaba, más hermosa de lo que nunca la había visto, y pensaba que eso era imposible.
Mi boca comenzó a sentirse rara y mi garganta ardía, ella se removió entre sueños; podía notar que había estado llorando antes de quedarse dormida, me acerque a ella y a mi tacto abrió los ojos con preocupación, me vio por unos segundos, cuando extendí mi mano a su rostro huyo de ella, como si estuviese frente a una pesadilla – sin duda alguna me temía, lo sabia con certeza-.
Se levanto para correr hacia la puerta pero yo llegue primero que ella, bloqueando su ruta de escape.
Entre más cerca la tenia mayor era mi deseo, ella era intoxicante. La tome entre mis brazos y la vi llorar, como si le estuviese haciendo daño, tratando de liberarse de mi agarre, y su aroma no hacia más que volverse aun más intenso para mis sentidos.
Sin pensarlo me incline hacia ella, para poner mis labios en la piel de su hombro descubierto por el camisón, allí sentí su piel hirviendo contra la mía y su corazón frenético, podía incluso escucharlo bombear, ella templo entre mis brazos.
Mis sentidos se nublaron, el deseo me domino y solo pensé en probarla, la sostuve con más fuerza que antes y dirigí mis labios a su cuello, exponiendo mis dientes en el proceso, ella parecía recitar alguna especie de plegaria, mientras más y más lagrimas salían de sus ojos.
Aspire su esencia y sin razonar en mis actos, clave mis dientes en su garganta, fascinado con lo sencillo que fue penetrar su piel, en como sonaban sus gemidos a mi tacto y en como su sangre tibia, recorría mi cuerpo y calmaba el ardor de mi garganta.
El latido de su corazón se fue apagando, hasta que ya no lo escuche más, al igual que ya no escuchaba su respiración ni nada de su cuerpo, ahora inmóvil, entre mis brazos.
En ese momento me di cuenta de lo que había hecho, había acabado, sin darme cuenta, con la vida de la mujer que representaba todo en mi, de la mujer que sino me hubiese perdido antes de llegar a su encuentro, ahora mismo seria mi esposa.
Me arrodille con su cuerpo en mis manos, y quise llorar sobre su lecho, para darme cuenta de que nada salía de mis ojos, ni una sola lagrima que demostrara mi dolor.
- “Sabia que vendrías a ella”- escuche una voz, por encima de mis lamentos
- “¿Sabias?¿Por que no me has detenido?¿Por que me dejaste llevarme su vida?”- le reproche a aquel extraño
- “Algo tenias que comer hijo mío”- dijo lleno de cinismo
Me levante dejando con sumo cuidado el cuerpo de mi amada, como si pudiera lastimarla más, en la cama para luego abalanzarme contra aquel hombre.
Antes de que pudiese alcanzarlo, estaba en el suelo revolcándome con un dolor insoportable, que de pronto seso, al igual que todo, era como si el mundo se hubiese apagado, tan fácil como sopla la llama de una vela.
Pasado un rato, sin saber que tanto, me incorpore, algo más calmado, como temeroso de que pudiesen hacerme lo mismo otra vez.
Aquel hombre, se presento como quien me había trasformado, decía llamarse Cayo, y ser algo así como un rey, me proclamo a mi, como uno de sus más queridos hijos, quien de ahora en adelante caminaría a su lado y le serviría con su talento.
Este hombre, bestia, demonio, dios o lo que fuera me había maldicho, porque el solo haberme dejado tomar la vida de quien quería como mi mujer, me condeno al vacío.
Intente matarme, todo intento fue inútil, ni saltar de riscos ni clavarme espadas, nada funcionaba para acabar con mi purgatorio.
Escape a los años de su manto, escondiéndome, comiendo mendigos, ladrones y una que otra doncella, peleando por destruir en lo que me habían convertido, intentando acabar con esta plaga, que infesta al mundo –esperanzado, quizás, en que alguno me de muerte-.

Estaba en Francia, con mi querida Sara, la había encontrado durante el periodo de la Inquisición, casi la matan, culpándola de bruja, al verla algo en ella, en sus ojos, evito que la dejara morir; me arme de valor y la convertí, nunca había hecho eso, pero no iba dejar a esta amazonas irse, tal vez era lo que necesitaba a mi lado.
Ella siempre se preocupaba por llenar un hueco que me carcomía, quería ser para mi lo que nunca podría ser, yo, para ella; había llegado a amarla, de una manera poco convencional y nunca como amo a mi bella Helena, cuyo recuerdo me persigue, pero ella era lo que me quedaba.
- “Alex levantarte, vamos salgamos ya”- era William, eufórico en la entrada de mi despacho.
Él era un chico al que había encontrado poco después de que lo convirtieran, vagando solo por las callejuelas de un Londres muy pobre.
Desde entonces actuábamos como una familia, en contra de lo que éramos, habían apoyado, en todo momento, mis deseos de venganza y borrar de la tierra a nuestra raza –creo que más que todo era el deseo de no estar solos-. Al igual que yo, ambos tenían ciertas habilidades, el chico era capaz de copiar la habilidad de otros condenados, por cortos periodos de tiempo, pero nos había sido de mucha ayuda en el último siglo y Sara tenia un poder más encantador todavía, plantar ilusiones, recuerdos o pesadillas en las cabezas de otros, don muy útil para desorientar. Yo por mi parte, con solo acercarme un poco era capaz de saber cual era el mayor temor de quien eligiera como victima y también soy capaz de general campos de energía, que pueden causar mucho daño, si me lo propongo.
En los años habíamos levantado ciertas fachadas, Sara era, ante la sociedad, mi esposa; William, mi impetuoso hermano menor y yo un abogado internacionalista; Alexander Reynold.
Me encantaba permanecer en Europa, que se ha preservado lo mejor que pude en el pasado, aunque claro esta no es lo mismo que solía ser, ahora están los bares, las autopistas, los aviones y un montón de maravillas –supongo que eso es lo único bueno de todo esto, ver los mejores avances- pero están también todas las cosas malas, las plagas, las guerras. Los hombres están hechos para destruirse entre ellos mismo.
Ya he acabado con algunos condenados, algunos iguales a mi, sedientos de sangre humana y acabando con vidas, maldiciendo a otros.
Decidí hacerle caso a Will, y abandonar la casa por un rato, le encantaba caminar por los viñedos, un grupo de aromas me golpeo, uno muy dulce para ser humano pero nunca tanto como para ser de un vampiro, envuelto con un aroma desagradable, como el de algo enmohecido, corrí entre las uvas, hacia eso aromas, Sara entendió mi seña, e hizo imposible que alguien pudiese captar mi presencia.
Encontré a una hermosa chica con su cabeza poblada de rizos cobrizos y ojos marrones, jugar a las escondidas con aquel muchacho tan alto y fornido, de piel tostada por el sol.
- “NESSIE”- canto una hermosa voz desde la casa que se encontraba cerca. Los jóvenes dejaron sus juegos y corrieron en esa dirección.
¿Alguien se puede llamar como el monstruo del Lago Ness?- pregunte en mi fuero interno, pero decidí acercarme a aquel lugar.
Allí vi a una divina encarnación, un ángel caído del cielo, era mi hermosa Helena, la que había llamado a la chica; mi gran amada, solo que era algo distinta, igual de preciosa, pero con ciertos cambios, ahora su cabello era de un exquisito tono chocolate y sus ojos eran de oro liquido. Pero su sonrisa era la misma, al igual que el sonido de su voz tan dulce y adorable.
Solo que algo estaba mal, toda la foto estaba mal, había un sujeto junto a ella, que tomaba su mano y la miraba lleno de pasión, pero eso no era lo peor, aquella hermosa aparición era lo que más odiaba en el mundo y parecía feliz con serlo.
Me mantuve en mi sitio escuchando sus conversaciones, las de ella y el resto de su “familia”; me había jurado a mi mismo borrarnos de la faz de la tierra y no les dejaría a ellos tener un destino distinto.
Me reuní con Sara y Will, empacaríamos y partiríamos con los que se hacían llamar los Cullen.
Pensé en acabar con ellos de la manera más rápida posible, pero algo en sus maneras me embelezo, me dieron ganas de ver más, de observar sus reacciones. Dándole así más y más largas al asunto.
Deje que supieran de nosotros por primera vez en el Instituto, me sorprendió el dolor que eso genero en Bella, ella era más fascinante que el resto, incluso que los otros con alguna habilidad, era inmune a mi, a Sara y moría por saber si también lo seria a William.
Me había obsesionado con ella y con todo lo que hacia, la seguí a New York y no pude permanecer por más tiempo lejos de ella, me acerque y le hice saber quienes eran sus temores o por lo menos que me viera a mi, ver sus ojos llenos de temor no tenían precio, como tampoco lo tenia el escucharla suplicar; deseaba acercarme y tenerla en mis brazos, pero recordé lo que era y que era lo que yo tenia que hacer.
Le pedí a Sara que le regalara a la pequeña con cara de duende, una visión aterradora, que por lo que supe hizo efecto.
Luego de eso, me coleé en la cocina de la Mansión, en la que vivían; al verme, Bella, dejo caer una jarra con la esperanza de que eso delata el peligro para los que estaban en la sala. Ya había prevenido esa posibilidad, nadie podía ver lo que pasaba realmente, me acerque a ella con deseos de sentir su piel a mi tacto, podría acostumbrarme a su aroma, que me resultaba intoxicante, no me sentía así desde Helena.
La acorrale contra la nevera y sentí su cuerpo amoldarse al mío y temblar de miedo; olí uno de los mechones de su cabello que bailaba en su cara. Pose uno de mis dedos en sus labios para parar sus palabras. Bese el hueco de su clavícula. Teníamos una conversación que no le serviría de nada, sus ruegos no me harían cambiar de opinión; busque sus hermosos ojos, de un color extraño, pero hermosos; no me pude resistir y roce con mis labios los de ella, para luego desvanecerme. Sara me dio una ruta de escape, cegando por un momento a mi hermosa Bella.
Me mantuve cerca de ella en todo momento; fui incluso a un evento en el Hospital donde trabajaba el que era como líder del Clan, los vi reír, jugar y bailar; decidí así, que bastaba de darle largas al asunto, había venido a acabarlos y lo haría.
Hoy no se lo esperan, pretenden ir a bailar con humanos, yo les cambiare ese plan. Esta noche lloraran sin lagrimas, conocerían el infierno.

8 comentarios:

Sara Cullen dijo...

¿Q tal este?

Alex dijo...

Genial... ralmente me mantubo al borde de la silla... Porfa... no tardes con el proximo... muero de ansias..

Natysh dijo...

Wow! el chico no era tan malo en su vida pasada... pero sus deseos de venganza lo superan...
Está demasiado interesante el fic...
tengo sentimientos encontrados... quiero saber que pasará con los Cullen, pero no quiero que termine T.T

Estás pensando en una secuela?
Di que sí, porfa!!!

tefy dijo...

...............
no tengo palabras!!!
estuvo fabuloso
y gracias por subir los capis,
todos me encantaron.
pero este fue genial.

Sara Cullen dijo...

La verdad no sé si vaya a ver secuela de CM, pero si sé que no soy capaz de darle un final definitivo...

Tengo un amigo que me dice que le eche una bomba atomica a la casa de los Cullen y se acabo jejejejejeje

Sara Cullen dijo...

Es que Alex no cree que este haciendo algo malo, el cree que su lucha por salvar a la raza humana es de lo mas noble... Aunque su vision esta cegada por el deseo de venganza porque truncaron su vida con Helena.
Y ahora viene y se encuentra con una mujer identica a ella, solo que con pequeños cambios, y empieza a tener sentimientos encontrados de si debe o no dejarla con vida; sin contar que, los celos lo matan, no solo hacia Edward sino tambien por el hecho de que ellos se sientan tan bien con lo que son.

mulata dijo...

NO NO NO MUERO ME TUVISTE EN SHOW CABRON GENIAL ENSERIO.. ESPERO K PRONTO SUBAS EN OTRO Y YO TAMPOCO KIERO K SE ACABE

Anónimo dijo...

WAAAAAAAAAAAA
Sara me haces llorar!!
Malvado Alex!!
En serio chama me tiene la vida tristeeeeee!
no kiero qe se acabe CM!!
T-T